El mercado de la madera conlleva un alto nivel de riesgo e incertidumbre.
La inversión adicional necesaria para mejorar las prácticas de gestión forestal y producir madera de mayor calidad requiere una visión y un apoyo a largo plazo para mitigar el alto nivel de riesgo e incertidumbre.
La gestión forestal requiere ciclos de inversión largos, que pueden prolongarse un mínimo de 15 años para nuevas plantaciones, en función de las especies.
El hecho de que transcurran varias décadas entre la inversión inicial y la comercialización de los productos (el retorno de la inversión), dificulta la realización de predicciones fiables sobre el estado del mercado en ese momento. Dados los ciclos de crecimiento de los bosques, la flexibilidad para adaptarse a contextos cambiantes es limitada.
La naturaleza biológica de la madera hace que esté expuesta a amenazas difíciles de prever, mitigar y evitar, como incendios forestales, plagas, sequías, tormentas o inundaciones. Esto crea volatilidad en el mercado de la madera que periódicamente se ve inundado de suminstros inesperados de madera debido a plagas u otros eventos inesperados.
A lo largo de varias décadas, durante el crecimiento de los árboles, el riesgo de los efectos de la crisis climática, que se traducen en cambios en los patrones climáticos locales y en una mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, cobra una relevancia significativa y creciente.